Que a estas alturas del siglo XXI haya personas que sigan creyendo en demonios como los labriegos de la Edad Media sería motivo de estudio. Pero cuando casi la mitad de un país sigue aferrada a este tipo de ignorancia irracional solo puede mostrar el más rotundo fracaso social.
Una encuesta realizada en los EEUU hace unos meses ha revelado una triste realidad: la mitad de los estadounidenses creen que los demonios son reales y no invenciones de analfabetos de tiempos remotos.
Los protestantes y los musulmanes son los más crédulos, seguidos de cerca por mormones y católicos. Los menos crédulos serían los agnósticos y los ateos (algo normal) junto con los judíos, algo llamativo cuando se tiene en mente a esos fanáticos con tirabuzones que dedican todo su tiempo a leer la Torá y a darse de cabezazos (literalmente) con un muro. Pero en realidad, la inmensa mayoría de los que se denominan judíos lo son únicamente por motivos culturales y se diferencian en poco o nada (como demuestra esta estadística) de los ateos.
En resumen, un dato que debería hacer saltar todas las alarmas y obligar a la sociedad a repensar el sistema educativo a todos los niveles, porque una ciudadanía capaz de creer en este tipo de estupideces es prácticamente deficiente mental y se encuentra incapacitada para lidiar con los desafíos de un mundo cada vez más complejo.
